Claro que cuesta asumir la responsabilidad de las partes desagradables de nuestra vida, las consecuencias incómodas de nuestro (a veces) desatinado comportamiento. Resulta más cómodo justificar nuestras inercias, desequilibrios, malestares o carencias por medio de lo externo: "la culpa de mi reacción es de XYZ".
Y aunque sea muy cierto que en el juego de la vida en ocasiones nos tocan cartas complicadas de manejar, la clave no es tanto la situación en sí sino cómo jugamos esa partida sobre el tablero de las circunstancias humanas. Si actuamos impulsados por nuestro máximo potencial (con empeño de aprendizaje y superación) o si, por el contrario, estamos movidos por las habituales actitudes inconscientes (desconectados de nuestra esencia y fortaleza interior).
Así que siempre viene bien recordarnos que por las heridas, si las sanamos, puede entrar la luz, que el loto no florece sin lodazales y que no hay mal que por Bien no venga. Confiemos en cada paso.
julio y agosto 2023
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Exacto, por lo general a nadie nos gusta asumir nuestra responsabilidad en los pequeños o grandes errores que cometemos; este típico comportamiento humano lo tenía muy claro Napoleón cuando decía: "La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana". Pero... es muy sano reconocer errores y además es el primer paso para aprender y no repetir en el error.