En el oscuro sótano de cada hogar, en las catacumbas de cada pueblo, habita el monstruo de la separatividad. Se alimenta de sombras, heridas, ausencias y viejos rencores. ¿Quién querría bajar a mirarle a los ojos y afrontar tanto dolor?
Pero la bestia escondida acecha, sigilosa como un alien felino, hasta que nos atrevemos a abrirle la puerta de su mazmorrra para liberarla. Nuestras manos custodian la llave secreta: basta con que encendamos la luz de la atención compasiva para romper su maleficio. Busquemos bien porque seguro que encontramos alguna linterna, vela o lámpara en el armario del corazón.
Tal y como sospechábamos, el monstruo del dolor enquistado necesita el abrazo de la Luz, como cualquiera de nosotros cuando estamos atrapados en la oscuridad y no vemos más allá.
Paz. Shalom. Salam.
octubre 2023
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Preciosa reflexión y.... muy adecuada al momento 😞 que está viviendo la Humanidad últimamente