Cada brote vegetal florece en su momento de forma única, cada pajarillo sale del cascarón y echa a volar sólo cuando está preparado para afrontar la inmensidad, cada roca se cristaliza o desmorona de acuerdo a su propio proceso, cada estrella irradia su peculiar brillo justo el tiempo que le corresponde. Cada cual a su manera.
De modo semejante nuestra alma, en el gimnasio del mundo, va integrando a su ritmo las experiencias y aprendizajes que necesita asimilar y superar. Sólo con mucha paciencia, escucha y aceptación es posible atender los invisibles ritmos de cada ser; atenderlos, respetarlos y honrarlos. Atendernos, respetarnos y honrarnos.
En esta época de imperiosas urgencias y uniformada inmediatez, sería reconciliador asumir que no todos recorremos la misma etapa ni compartimos ruta. Sería bello asumirlo y celebrarlo, cuando y como podamos, con cariño y sin comparaciones.
septiembre 2023
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