Te propongo que te ubiques en tu identidad más imperecedera, aquella que permanece a través del tiempo y que te hace ser lo que realmente eres y nadie puede arrebatar. ¿Te encuentras?
Habitualmente creemos que somos alguien fijo y definido por nuestra historia, nuestras experiencias, nuestros sueños y nuestras circunstancias. Incluso por nuestras posesiones materiales, afectivas, intelectuales o corporales. Pero semejante identidad es únicamente un traje provisional prestado, un personaje relativo que depende del contexto, un papel tan efímero y limitado como los disfraces con los que nos divertimos en carnavales. Ese supuesto protagonista de nuestra vida no es más que un ídolo de barro hecho de arenas movedizas y erosionado por los inevitables desgastes del mundo, una inestable fachada en permante construcción y labores de mantenimiento, una estrella fugaz que antes o después se desintegrará para lanzarnos por el universo hacia aquello que no cambia.
Y lo más maravilloso de todo es que esa comparsa multicolor de egos e importancias personales puede convertirse, como por arte de magia, en una potente catapulta que nos impulsa a la fuente compartida y unificadora, los misteriosos caudales que atraviesan y fertilizan todas las fronteras mentales.
febrero 2024
Comments